Sucedió en un McDonald’s
No sé cómo llegue a este final, ni todavía como estas breves líneas, que usted se dispone a leer, de como llegaron a plasmarse en estas hojas virtuales. Quizás al lector de hoy no le interesa más que abrir su Ipad, e ir arrastrando el dedo para circular sobre estos párrafos, escritos al salto de manta, de aquí para allá, sin más delicadeza que raspar mi bolígrafo sobre las servilletas, que ni siquiera he sabido numerar… Mi vida de escritor siempre había sido zigzagueante, comenzando por esas extrañas plazuelas, de cuatro bancos de piedras, alrededor de una estatua repetitiva de un personaje a lomos de un caballo, en el cual me desnivelaba lentísimamente para moldear mi Palabra. También me congratule cobertizos desmantelados, posado siempre en los iniciales peldaños, donde mi Palabra se iluminaba de lujos perdidos. También cuando me duchaba en el la ribera del Manzanares, y mientras secaba la ropa raída y desvencijada, procuraba siempre el rincón, donde existía un pedrusco chato, cualqu