De Repente

Llegó ese momento de la vida en que todo parece tan claro y al mismo tiempo todo también se tiñe de sombras.
Llego ya el momento en que se va acabando el dolor, pero al tiempo todo el cuerpo te atormenta, y eso hace que no te puedas mantener en pie.
Ya paso al álbum de tus recuerdos esos rostros de niños, surcados por lágrimas, y agarrados a los pantalones de sus padres, gritando desaforadamente, para evitar que se vayan de viaje; a lo mejor guardo yo ese recuerdo al haberse sido padre algún día, pero me falta el pequeño detalle de no saber ya ni donde ni cómo.
Las más de la veces me sigue ocurriendo, el quedarme con los ojos perdidos, alucinados, obnubilados, oyendo un idioma, que me dijeron que era igual al mío, pero con ese maldito acento y rapidez que jamás he llegado a comprender, salvo algunas palabras sueltas.
Uno ya ha adquirido la certidumbre de que nadie nos espera, pero siempre con los ojos zigzagueantes para seguir buscando entre la multitud, algunas sombra reconocida, algún rostro identificable, seguramente a los que me buscaron les ocurrió lo mismo
Pasan los días velozmente, ya no se ni siquiera lo que me va a ocurrir dentro de dos o tres días, alguna vez se me ocurre preguntar, también escucho como alguien pregunta, pero nadie contesta, quizás nadie sabe la respuesta, quizás ni tengan ganas de contestar
Ya deje en el salón de los aseos el equipaje, ya el olor de ropa de sucia inundaba el cobijo, donde había recalar durante todo ese tiempo, el dinero ya se había agotado, y también había gastado en mensajes de texto, que había hecho desde mi móvil.
Un miedo atroz y cerval se apodero de mí, ya ni salía a la calle a dar un aseo, ya que tenía el presentimiento de que nos metiéramos en algún sitio, del que jamás iría a salir.
Y, así, de improviso, sin avisar llega la vergüenza, empiezan los primeros síntomas del hambre, y te ves inmerso en una soledad, dentro de esa fragosidad de rostros, a todas las horas del día, y a medida que pasa el tiempo, algunos de ellos se tornan conocidos; y acostumbrado al dolor de sentarse en las sillas duras o en el suelo, alguna vez escuchas la voz cerca de tu día, y al misma pregunta de siempre ¿te pasa algo?, pero como no quedan ni fuerzas , ni palabras, ni lágrimas que surquen tu rostro, y piensas para ti, simplemente no dices nada al no sentir que te pase algo en ese momento, o bien porque todo nos pasa de golpe, y ese hombre no tendrá ni tiempo todo lo que te pasa en ese momento.
Alguna vez algún euro cae cerca de ti, de repente algún bocadillo, un poco de refresco, y una sonrisa por parte de los dos, pero que a la vez es una gesto de ignominia y humillación, y unas ganas enormes de morirse, después desde que el tercer día dejaras de comer regularmente, y siempre con el sempiterno ruido de un avión que llega, de un avión que se va..
Alguna vez ves la figura de una mujer, que enciende la pasión aun en nuestro cuerpo, pero ya ni te quedas fuerzas para siquiera regocijarte.
Se agolpan imágenes de en mi cerebro, de mis primeras deudas, los rostros de los niños cuan do íbamos a comprar un helado, los primeros jadeos con una prostituta maloliente, los primeros juegos en la escuela; la voz de mi madre reclamándome para la comida, un balón hecho de trapos para jugar al futbol.
Y también esa sensación, de que un día iniciaste un vuelo, como la paloma, y quieres aferrarte a esas lágrimas, las tuyas y las de tu familia, los deseos de volver a anidar en una cuna, para sentir otra vez el cálido abrazo de tu madre, y quizás volver a recordar su rostro, pero ya toda vuelta atrás es inútil, ya no reconoces ese rostro, ni te acuerdas del país que vienes ni del que estás viviendo.
Un día los perros, de los vigilantes de seguridad del aeropuerto, notaron el cuerpo de una persona y lo empezaron a oler, y allí él estaba tendido entre el ángulo del suelo y la pared, quisieron morder uno de las manos, pero lo impidieron forzando el correaje de los perros, y pregunto al barrendero negro:
¿Cómo crees que ocurrió su muerte?
El barrendero hizo un gesto de ignorancia:
No sé cómo habrá podido ocurrir, quizás no haya podido comer desde que me fui de vacaciones, y de las que he regresado esta mañana.
Y por nuestra pasión morbosa hacia la muerte, la gente se empezó a acerca, alguien del público hizo ademan de tomar el pulso, y el vigilante lo detuvo y le dijo
Mejor acérquese a la comisaria del aeropuerto, y dígale que cursen las órdenes oportunas para que levanten un cadáver.

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