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Mostrando entradas de noviembre, 2013

Las pequeñas cosas

He caminado sobre caminos, he vuelto sobre mis huellas, en la profundidad de mi alma, sobre los pasos de mi vida. He navegado por los mares más tenebrosos, por los mares de las dudas,  de los miedos, de los engaños. He bebido del vino sabroso del deseo, he regalado m cuerpo, he sucumbido a las caricias de los placeres. Empapado  en la risas, en la tibieza, en las nostalgias. Pero siempre he dejado a mi alma vibrar al compás de mis emociones, Pisé la tierra virgen y el suelo achicado de miradas. Estuve entre el gentío, y saboreé a solas mi silencio plagado de palabras. Conocí la tempestad, la brisa, la tormenta y la calma. Supuré ambiciones, instintos, vanidades, y fui cuerdo, loco, niño, hombre, y encontré en las pequeñas cosas el motor que mueve mi esperanza.

Desnudo ante ti

Pose sobre el sostén de tu bella mirada tu tierna desnudez de un lienzo que no acabas, dibujas con caricias los pechos que te reclaman, pincelas con lujuria lo que tu piel reclama, me observas y te inspiras tus manos te delatan, me rozas...te encandilas y caes en mi morada... Flagelas tu lujuria en cada pincelada mis pechos son deseo, que en tus labios descansan, te nutres en silencio, cual niña en su infancia, renace con cariño mi alma enamorada... Mi dulce amante, sol de mis mañanas desnudo ante ti mi cuerpo y mi alma.

El viaje del primero de noviembre

Ya estábamos cercanos a ese primero noviembre, y llegaría ya el momento, de estos últimos lustros de nuestras vidas, en que mi padre y yo haríamos las ruta, camino de un pueblo de la meseta castellana; costumbre de mi padre en memoria de mis abuelos, y que yo, más bien, me era indiferente, pero como era día importante para mi padre, debía de hacerlo. Mi progenitor, otros años, siempre iba a una floristería del barrio, eligiendo un ramo de crisantemos, con su correspondiente jarrito de agua, y fiel a una costumbre, y no pregunte el porqué, que ni yo lo pregunte nunca. Pero este año, precisamente este año, hace unos días la empleada de la floristería me dijo: “Tu padre ha tirado la casa por la ventana, compro este años rosas blancas y dos jarrones”, gran sorpresa que ya empezó a dejarme meditabundo, pensé “diantres que le paso a mi padre”, pero al tiempo se me pasó, pensé “son cosas de mi padre…” Y en estas ya llego el día señalado, en el que había que levantarse temprano, ya que siem

Solo para ti…

Estas aquí, estas en mí, como siempre, con la fuerza de un roble, y estas ahí como única realidad, y es así, en tanto que tu voz escucho, en mi corazón, en mi cerebro. y ando aquí, solo sí ahora, pero sintiéndome en ti, por eso te busqué, por eso te encontré, por eso existo, por eso peno. Para ti mis rosas, para ti mis palabras, mis susurros, y así porque si, porque estas dentro de mi. Y es así que recuerdo que un día dijiste que esto es algo que no se entiende, que sólo se siente, y ahora es que entiendo que estas en mi corazón y una palabra tuya hace que el sol salga en la madrugada más sombría.

Tarde de fútbol

Tarde de cualquier sábado del año, calles mojadas o secas, de un pueblo pequeño castellano, tardes en las que deseabas terminar de comer, para ir a esa calle, a cualquier calle del pueblo, los pequeños en la acera o en la escalinata de la plaza, esperando la voz de los mayores,  y nos dijeran “entra a jugar, te toca a ti”; y claro, raudo y veloz te lanzabas a la calle o la plaza (algún tropezón hubo por la ansia de jugar), tanta era la ansia de jugar, aunque sólo fuera un minuto, y pisar la arena de la plaza, o el cemento de la calle. En esos tiempo no existían ni clásicos, ni derbis, solo queríamos ser los grandes jugadores que leíamos en un periódico o escuchábamos en la radio, sus grandes galopadas, sus maravillosos regates, sus grandes paradas; y aunque no se lo crean en nuestros oídos sonaba el runrún de un estadio lleno, que jaleaba nuestra entrada en el campo, en espera de un nuevo fenómeno del futbol. Salvo cuando podíamos jugar en la plaza ( era el terreno reservado a los