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Mostrando entradas de diciembre 11, 2013

Un Encuentro en el bosque

Mañana fría de un día de noviembre, una desazonada María se encontraba mal, estaba contrariada, una sensación de opresión en su pecho, junto a ese silencio matinal de las primeras horas del día, en que todo empezaba a caminar lentamente en el pueblo; esa vida que un día fue tranquila, hermosa, se había tornado en una pesadilla continua. Y si esa inquietud de su vida, después que terminara la guerra, se añadió que su hijo había salido en compañía de sus amigos, como hacían todos los domingos, en que hacían sus caminatas en los montes aledaños al pueblo. Le preocupaba esos caminos difíciles, angostos, y con escarpadas laderas, y demás peligros del monte, y es que ya pasaba más de una hora, desde que el resto del cuadrilla habría regresado al pueblo. No le llegaban a sus oídos ni lo susurros de las hojas de los árboles, ni el discurrir del cauce del río, que pasaba junto a su casa, solo la turbaba el reclamo de la picaza. Y es que el muchacho, como siempre en compañía de sus amigos de e

Primer Día de Escuela

Primer día de escuela, él no quería salir de casa, pero su madre, a duras penas, le consiguió acercar a la puerta del colegio, y mi primera vista fue ver un grupo numeroso de niño jugando en el patio, un patio con manchas de arena y hierba; unos echando un partido de futbol unos, otros jugando a los peones. Y en medio de aquel barullo, su madre le acercó a un señor, que luego vio que era su maestro; y allá fue que sintió solo, muy solo, y a pesar de encontrarme en ese enorme gentío para mí; Muerto de miedo, temblaban las piernas, era la primera vez que iba, era la primera vez que estaba entre tantos niños, y cierta zozobra me sacudía. Seguidamente que marchara mi madre, todos los profesores y la chavalería se pusieron en formación militar, alineados por los distintos cursos que había en la escuela, y también los niños y las niñas separados, y todos procedimos a cantar un himno llamado “Cara al Sol”, y eso no hizo más que aumentar mi desazón. Y es así, que yo, Paquillo, muerto de mied