¡Viva la libertad!

Igual que el niño hace castillos

y llenando con agua agujeros

en la arena de la playa,

yo con mirada le sigo,

no se ya cómo cuidar su existencia.

Desaparecer quiero las cicatrices

que las banderas ocasionan,

enterrar quiero

esos pasados de dolor,

pero enterrarlos no quieren,

bordar deseo

una bandera

que plasme las sangres derramadas

y las esperanzas

talladas como flores.

Tú, yo, vosotros, nosotros

andamos cerrando los ojos

ante tanta imagen infame,

solo el consuelo de almas

para sentir

la bandera del dolor,

la patria de las flores,

harán que la redención

vista sea en el alba,

de un mañana por venir.

Palabras desvariadas,

con forma de poema,

van llenando este folio vacío,

cada letra, cada párrafo,

un color, un ideal

para pintar en blanco

sobre tanta negrura.

Estas palabras,

estos gritos silenciosos,

que hagan rimar

Aristóteles con Rimbaud,

A Marx con Miguel Hernández,

A Maïakoovski con Ernst Bloch,

A Simone Weil con Neruda.

Quisiera borrar

con mis caricias, con mis besos,

todo lo que rime con guerra y obús,

como me gustaría escribir azares,

en lugar de Azores,

cuanto sinsentido hemos descubierto

en estos años.

¡Ay! Este artesano de las letras,

que poeta quiere ser,

que funda los jardines del Generalife

con los páramos castellanos,

que otra vez volvamos a ver

Volar la alfombra

sobre ese Bagdad hoy derruido,

que los financieros

de Wall Street

trabajen en la noche

quitando las basuras

desencadenadas por ellos mismos.

Hagamos de estos versos

la dulzura que derribe

todos los muros de este mundo,

esperanza más allá de soflamas vanas,

licores y ambrosías

que nos emborrachen de poesías,

de palabras encadenadas,

que griten ¡Viva la libertad!

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