Elegía para Miguel Hernández
Sus letras en mí se
derramaron.
Vivió, trabajó,
escribió,
penalidades sufrió,
Joven murió,
víctima de cruel
destino,
en calabazo desterrado,
su amor se derramó,
dibujando flores
donde solo habitaba la
crueldad.
Hoy te alaban aquellos
que desterrar
quisieron,
Alabarte dicen,
mas solo odio
Exhuman sus palabras,
Ahora tienen nuevas
inventivas
para borrar la memoria del
porvenir.
Criado entre árboles y
cabras,
Testigo fuiste como las
balas
Oscurecieron tus andares
,
Entre sombras y dolores
los más bellos poemas
escribiste,
lograste lo que nadie ha
logrado,
cuando las venas pudieron llevar
odio,
Escribiste al amor:
a
tu mujer, a tus hijos, a tu pueblo,
escribiendo hermosas
plegarias.
Traspasando muros de
incomprensión,
te lanzaste de ser artesano de las
letras,
ala inmortalidad de los
que
habitan el Parnaso.
Eres de los valientes
que desplegando toda tu
fortaleza,
luchando por la vida de sus
hijos,
la compañía de su
esposa,
sacrificándote por tu
pueblo
modelaste nuevos
versos,
haciendo de la sencillez una obra
maestra.
En tus vuelos de poeta rompiste los
velos
de tu España dolorida,
narrando los cielos
azules
Que los oprimidos no
veían.
Allanaste caminos
pedregosos,
supiste vivir en
tierra.
cuando la luna
alumbraban
las cabras de tu padre,
tus bellos ojos
emprendieron
los cantos a la luna
llena.
Mas cuando llegaron los
inviernos,
Otra cosa no hiciste
Que abandonar el
rebaño,
que vida te daba,
Pero que en tus alforjas de
cabrero,
Te dieron la fuerza
Para los andares
madrileños.
Mas llegaron las aves
rapaces
para masacrar tu
pueblo,
Con sus garras
mortales,
sembraron de males
esta muestra dolorida
tierra,
propalando la semilla del
odio,
Que aun se cobija en muchos
corazones,
que hace que sigamos
peleando en este duro
invierno,
Para hacer que un día
la primavera llegue
a
nuestros angustiados corazones.
¡Ah Miguel!
que cosecha te hizo tan
fuere,
en ti encuentro
consuelo,
este nuevo artesano de las
letras,
entre tantos infortunios a tu
tierra,
a
mi tierra, cantamos los dos,
Torrentes de rio
fuiste,
llenándome de caudales de
amor
a este corazón
dolorido,
Por eso te ofrendo, entre
flores,
en esta mañana
primaveral
Rendido ante tus versos
La merecida pleitesía,
Con esta torpes
palabras,
Y
lágrimas en mis mejilla.
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