El holocausto y Palestina (articulo de Carles Camps)

Texto traducido del artículo

El Holocausto es la manifestación del Mal en su más alto grado imaginable. La muerte ya no por lo que crees -como cruel dialéctica-, sino por lo que eres. La muerte absoluta, la muerte contra natura: contra nacimiento. Nadie se debería poder sustraer, nadie debería tratar de explicar ni mucho menos justificar, si no se quiere hundir moralmente en la 'banalización del mal'. Nadie debería negar, aunque el negacionismo traiciona en aquellos que lo sostienen la imposibilidad de asumirlo, como si negando la existencia del Holocausto pudieran salvar la malévola cara con bigotito del nazismo, sin darse cuenta de que ningún negación puede justificar las ideas. El Holocausto sólo merece la absolutización del rechace, porque, frente al Crimen de los crímenes, sólo te puedes sentir hermano de la víctima. El Holocausto, la encarnación de la deshumanización absoluta, ya no pertenece a los judíos; nos pertenece a todos, y todos tenemos un parentesco humano con los sacrificados: todos somos judíos.

Vuelvo a insistir. El Holocausto es la manifestación soberana del mal. De la anti humanidad y del antihumanismo. La exclusión hasta la desaparición por medio del asesinato. La selección de la raza por la vía de la eliminación del otro. Si ningún símbolo sagrado hay de pleno derecho, este es la Shoah. Y cualquier ser humano, sea occidental u oriental, del norte o del sur -sí, también del mundo árabe, debe execrado el Crimen mayúsculo, a partir del cual se debe abominar de todo lo que sea la agresión al diferente, esta agresión que es el fundamento del fascismo, se esconda bajo el credo que se esconda. La eliminación física o moral de cualquier minoría. El Holocausto es, sin duda, la página más negra de la historia de la Humanidad, y no lo es porque falten.

Un pueblo sufriente, el judío, que en nuestro imaginario estremecido hasta el muelle del alma por la industrialización nazi de la muerte, la habíamos idealizado y el hacíamos redimido de cualquier tentación de violencia, purificado de toda acción excluyente, aunque las acciones armadas del sionismo nos hicieran dudar. A pesar del bíblico 'ojo por ojo, diente por diente', pensábamos que la experiencia vivida del Mal absoluto la había elevado a la auténtica universalidad. No nos lo sabíamos ni imaginar prisionero del peor fanatismo como es el teológico, porque el verdugo siempre se cree 'ejecutor' de la voluntad de dioses sanguinarios. En todo caso, si después de una experiencia incalificable vuelos revancha, el 'ojo por ojo' debe ponerse en práctica con quien te ha dejado tuerto y no con quien no tiene nada que ver.

Sí, hablamos de Palestina. Pero, ¿qué es Palestina? Un pueblo expulsado de su territorio por unas potencias coloniales que le hicieron pagar los platos rotos de la mala conciencia por la criminalidad nazi -¿o podemos decir alemana, al menos por omisión? -, Surgida, no lo olvidemos, en el corazón mismo de la 'civilizada' Europa. Los vencedores de la Segunda Guerra Mundial, para quitarse un problema de encima, como era el de propiciar la definitiva integración y seguridad de los judíos en sus países de nacimiento y residencia, sin persecuciones ni pogromos, en crearon otro tanto o más grave. Aceptaron, y favorecer, que los judíos, encabezados por los más radicales, se fueran de Occidente, donde ya pertenecían de pleno derecho, y aún más después del sacrificio sufrido, para irse a instalar en la tierra del mito bíblico - otro Éxodo, exaltado por la novela homónima de León Uris-, sin tener en cuenta para nada que los habitantes de Palestina eran descendientes mucho más directos del antiguo pueblo hebreo que los judíos que volvían después de siglos de diáspora, y que lo hacían por medio de la compra de territorios a jeques corruptos o, en su defecto, mediante la violencia expropiatoria contra un pueblo seminómada sometido por los dueños coloniales. Unos vencedores, los dueños coloniales, que aún reprobado hipócritamente, ahora con el asunto de Ucrania y Crimea, los desplazamientos de población perpetrados por Stalin.

Y con todo, ¡qué admiración que despertaron los primeros colonos judíos con sus Kibbutz socializantes, con los que supieron sacar fruto de tierras poco favorecidas! ¡Como gustaba en los años 60 Paul Newman haciendo de héroe sionista en la película estadounidense dirigida por Otto Preminger basada en la novela citada de Uris! ¡Qué esperanza de la izquierda socialdemócrata, que viajaba por vivir la experiencia! Fue una ilusión que los años han convertido en espejismo.

Pero no hay que hacer ningún repaso histórico para tratar de dar la razón a unos o a otros. Los hechos consumados después de seis décadas son irreversibles -o deberían serlo, si no se quiere ninguna otra catástrofe-, aunque el irredentismo árabe sobre aquellas tierras. Otra cosa, por ahora imposible, sería que, en nombre de la experiencia judía de la exclusión y el Holocausto, hubiera la voluntad histórica de fusión de los dos pueblos, palestino y hebreo. Pero mientras haya fundamentalismo por una y otra parte, mientras el falaz discurso superestructural de la religión, que no hace sino ocultar la realidad de la explotación, presida los comportamientos de ambas comunidades, mal asunto, porque la integración no se podrá llevar nunca a cabo.

Es precisamente sobre el irredentismo árabe que Israel basa toda su 'agresiva' defensa, su ocupación colonizadora de los territorios ocupados, sus muros segregadores, su potencial militar, económicamente ruinoso sin la ayuda norteamericana. Pero, aunque haya una parte de verdad en esto de la voluntad agresiva árabe, ¿no es cierto que el gobierno israelí en sobredimensiona demagógicamente la amenaza para tener siempre en tensión al país en nombre de una magnificada lucha por la supervivencia y ganar así votación tras votación para no tener que soltar nunca la ubre del victimismo que tantos réditos le da? ¿No es cierto que la violencia a menudo parte de las muchas medidas gubernamentales de Israel, como el bloqueo y la construcción de asentamientos judíos en Jerusalén y Cisjordania, que ahogan a los palestinos? ¿No hay una voluntad de liquidación o, si se quiere, de control de la población palestina, con un índice de natalidad mucho más alto que el israelí? De ahí el terror del gobierno de Israel al regreso a Cisjordania y Gaza de los más de tres millones de palestinos que malviven, no lo olvidemos, en campos de refugiados en Jordania, Líbano o donde sea. ¿Recuerdan la matanza de Sabra y Chatila, bajo las órdenes de Sharon, durante la invasión israelita del Líbano, en 1982? Los palestinos son la población del mundo, digámoslo bien claro, con menos esperanza de futuro, ni individual ni colectivo. Han sustituido de pleno derecho los mismos judíos como pueblo perseguido. ¿Nos extraña la radicalización? ¿Nos extraña que, entre una de las poblaciones árabes más occidentalizadas, se esparzan influencias como las de los Hermanos Musulmanes, por otra parte los únicos que les abrieron la frontera de aquel inmenso campo de concentración que es Gaza para que pudieran proveerse y relacionarse con sus vecinos egipcios? Si Palestina obtuviera la libertad como pueblo, los palestinos, tan castigados por la historia, serían los primeros en rechazar el islamismo radical, estoy convencido.

Es cierto: Hamas dispara cohetes contra Israel, e Israel reacciona, sólo en eso, como si Palestina, concretamente Gaza, fuera un estado de igual a igual. Pero no lo es. Además, durante las Intifadas, el gobierno israelí esgrimía contra las piedras los mismos argumentos que ahora contra una cohetería de segunda mano que, dicho sea de paso, debe de ser la más inofensiva del mundo a la vista de la casi-ausencia de víctimas mortales.

Israel afirma que no dará la independencia a los territorios ocupados ni aceptará la creación del estado palestino mientras haya violencia. Pero todos sabemos que esto históricamente no es verdad. Cuando Fatah renunció a la lucha armada y reconoció el derecho de existencia de Israel, los palestinos no obtuvieron en justa correspondencia el derecho de existir como estado. Por el contrario, en Cisjordania aumentaron las colonias judías exclusivas y excluyentes. Este fue el campo sembrado donde arraigaron y crecieron los movimientos islamistas más radicales, que escaparon de la voluntad política de Arafat y la Muqata, y ya sabemos qué pasó en la sede del gobierno de Ramala y como acabó el líder palestino.

Si las acciones de Hamas se hicieran desde otro estado, Israel podría reclamar de pleno derecho internacional el derecho de defenderse -¡eh, lo digo sin ningún entusiasmo por el derecho de guerra! -, Pero, cuando su ejército ataca Gaza, ataca un territorio ahora bajo su dependencia, un territorio autonómico. Parece de sentido común que los ataques de Hamas, en este contexto, deberían resolverse como un asunto interno, y un asunto interno no se resuelve a tuberías quirúrgicas de efectos colaterales, como la matanza de población palestina que pasaba por allí, ni con la apisonadora de los tanques. Ni Franco se atrevió a bombardear el País Vasco para abatir el terrorismo de ETA. En estos casos siempre es peor el remedio que la 'dictaminada' enfermedad. No, no nos tomen por tontos y no nos quieran fe creer que la matanza que estamos viviendo estos días en Gaza sólo tiene como objetivo cegar los túneles por donde entran los comandos islamistas en Israel y eliminar los puntos desde donde dispara Hamas los sus proyectiles. Para cegar los túneles bastaba llenarlos de cemento desde la misma banda israelí, y la eliminación de las baterías se habría tenido que encomendar, en todo caso, el Mosad y la policía, sin ninguna necesidad de la destrucción causada por la imponente maquinaria bélica judía. Es aquello de la respuesta desproporcionada. Recuerdo con verdadero horror una camiseta que se popularizó entre ciudadanos israelinans y miembros del Tsahal en que se veía a un soldado de sus disparando a una palestina embarazada, con la leyenda: 'Dos palestinos menos'. Sé que se me puede espetó que el islamismo también esparce barbaridades, pero siempre se nos dice en defensa de Israel que debemos apoyar porque comparte nuestros mismos valores. ¿Qué? Porque la camiseta parecía más bien obra de los que se dedicaron a legislar el exterminio, cambiando, eso sí, el soldado por un SS y la palestina por una judía encinta.

Sí, el Holocausto es el Mal supremo. El Mal de los males. El negacionismo, sin proponérselo, lo confirma. Ni los herederos de los nazis pueden soportar la herencia. ¿Qué harán las generaciones futuras de Israel, negar las matanzas de palestinos? Echo de menos entre los supervivientes de las cámaras de gas y sus descendientes, un movimiento visible y persistente contra la muerte liquidacionista. ¿O es que tomarían mal de sus mismos conciudadanos más fanatizados? Tengamos bien presente que la muerte violenta del primer ministro israelí Itzhak Rabin, cuando parecía que quería sinceramente la paz con Palestina vía Acuerdos de Oslo, fue obra del fanatismo judío.

Por favor, que las artimañas defensores del estado israelí no nos salgan con la falacia que todos los que sentimos horror por los hechos de Gaza es que queremos la desaparición de Israel. ¿Que entre los que nos horrorizamos por los hechos de Gaza hay antisemitas ?, seguro. Tan seguro como que entre los apasionados defensores de Israel, hay que querrían el Holocausto palestino. O árabe, si pudiera ser. Como experiencia personal puedo decir que durante unos años tuve que trabajar con un protojueu catalán que se jactaba de tener una de las camisetas del soldado israelí y la palestina embarazada. En plan provocador, aquel energúmeno decía bien alto: 'Un día me la pondré para venir al trabajo.' Ignoro si nunca lo hizo, porque afortunadamente no siempre coincidíamos de horario.

Si con el Holocausto todos éramos humanamente judíos, ahora no nos toca más remedio que ser humanamente palestinos. En serio, ¿qué está haciendo Israel, de su Memoria? De la 'nuestra' Memoria.

Nota mía: Solo lo único que puedo añadir, que a veces se nos olvida que los palestinos también son semitas, o sea que ser anti palestino es también antisemita.

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