poemas del comienzo de semana

Besos muertos

Todos quieren banderas,

ninguna puedo dar,

vanas palabras

de un eco lejano,

escucho siempre

como he de ser yo,

jamás me reconozco

en esas virtudes.

Hacerme firme mi existencia,

quiero que no seas

como la mar

que una vez

que moja la arena,

se va retirando de nuevo

a sus aposentos,

cuanto me gustaría

que ese contacto

fuera duradero.

¡Ay Dios!, tus olas del mar,

ya no saben encontrarme,

mis granos de arena

dispuestos están

a ser mojados,

quiero que tu espuma

me torne más limpio,

un breve susurro

de tu voz me queda,

algunos besos

en forma de agua

quedaron en mí,

no quiero

más besos muertos.

 

Telas de organdíes

Antes que cierres con candado,

la llave del jardín,

y pases la guadaña

que han brotado esta primavera,

una azalea dispuesta anda

a ser pisada.

Los muchachos caminan y vuelven de la playa,

muchos silencios, los copos dolientes

se van rozando en esta amarga clausura,

dispuestos anda

a ser pisados.

Esperando estuviste a ser besada,

querías ser vencida ya,

toda esa noche

esperando el roce de tus labios,

dejaste en el quicio de la tapia,

azalea que yo

arranque en la mañana,

timbre de la puerta ya no suena.

una barca se va perdiendo

entre las rocas de la playa,

un vago indicio

de luna llena,

miro tu balcón abierto,

esta ese libro,

están las flores que arranque.

No quiero subir por las rejas,

ni verjas saltar,

ya tu sangre no es

El agua que

acantilado rompe,

parecen que las olas

se van quedando solas.

la terraza vacía queda,

doce la noche es,

playa vacía,

el mar no se agita más,

no escucho ya tus pasos,

no vienes ya a mis citas,

tus telas de organdíes

ya no volveré a ver.

 

La casa cerrada

En una sierra perdida,

hay una casa cerrada,

miles de arbustos

sus calles son,

tapias de piedra,

en el suelo están,

sólo las aguas del rio,

turban los silencios,

ya las fuentes del pueblo,

se secaron tiempo ha.

desde las desvencijadas ventanas,

nadie mira a la calle,

no hay gente que mirar,

ni de quien halar,

abrir no puedo

tranco de la puerta

ni silla queda de las

noches de verano.

Ya en el patio

de la casa cerrada,

ningún mujer canta,

cuando tiende la ropa.

pero todas cosas,

en mis recuerdos cabalgan,

incluso oigo el rasgado

de los dedos en una guitarra,

que llora con dolor

la soledad y la desgracia

que nadie la escuche más,

nadie perfuma tu rincones,

los olores a cerrado,

se expande en ese rincón

de la sierra,

que un día gritos de chavales

turbaban sus sueños,

nadie llora la muerte de las flores,

nadie las corta para darla a sus novias,

ya nadie de muertos habla,

la casa está cerrada,

el pueblo esta vacío,

incluso en las noches de estío.

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