Trabajo y ciudadanía: respuestas a los nuevos revolucionarios

No me parece porque el “movimiento obrero”, el mítico sujeto revolucionario de antaño, está hoy partido en fragmentos nacionales, regionales, sectoriales; segmentado entre trabajadores fijos y  precarios, hombres y mujeres, nativos e inmigrantes, empleados y parados, parados con y sin cobertura de desempleo, etc. etc., sin que las instituciones encargadas de “empoderar”  a la clase trabajadora sean capaces de reunir los trozos y recuperarlos para el supuesto objetivo “final”.

Lo primero que hoy provoca el nuevo paradigma izquierdista es, otra vez, perplejidad; perplejidad por el hecho de que la reverencial confianza de la vieja izquierda en “el movimiento obrero” y en el “partido” como artífices del cambio social, ha dado paso en la izquierda emergente a la reverencial convicción de  que la “ciudadanía”, el “pueblo”  tomará el testigo y construirá lo que la “clase” no pudo conseguir.  Del “movimiento obrero” conocemos una historia de martirio, huelgas, revoluciones, ocupaciones de fábrica, partidos y sindicatos, una cultura propia, pactos, etc. El movimiento popular que aspira a sustituirlo lo tiene aún casi todo por demostrar:

CARLOS ARENAS POSADAS.

Va siendo hora de reconsiderar muchas aseveraciones que se andan haciendo en estos tiempos sobre el futuro de la izquierda, y donde no me gusta dar nombres, en tanto que expresan un sentimiento colectivo de una gran parte que dicen reclamarse del universo de la izquierda, pero yo más bien estimo que se encuentra en el ámbito del progresismo, y yo que defiendo la pervivencia de los ideales emancipadores.

Uno no termina de entender en unas horas que sufrimos una transformación radical y sustantiva en las relaciones, condiciones y el papel del trabajo en esta sociedad de hoy en día, donde nunca como ahora la masa de trabajadores asalariados es la más alta en la historia de la humanidad, con distintas problemáticas en este mundo tan dispar, una parte de quien dicen ser herederos de la tradición emancipadora renuncien, desde ya, a plantearse dicho problema, lo obvian, lo ignoran y lo consideran superado.

Para mí, lo tengo cada vez más claro, que cualquier proyecto político de izquierdas, y más desde la izquierda emancipadora, que cualquier alternativa al neoliberalismo debe plantear una apuesta clara por plantear el problema esencial de la centralidad del trabajo para resolver el actual estado de cosas.

Plantear las consecuencias y efectos de la crisis en el mundo del trabajo, no podemos ni debemos plantear una alternativa política, desde sólo el movimiento contra los desahucios, o contra la crisis de las instituciones políticas en actual estado de cosas, o desde la privatización de los servicios públicos esenciales, que con ser importantes, y es preciso resolver, no es para mí, y creía que hasta ahora para cualquier persona, que se reclame emancipador, no tenga que decir de las condiciones en que se desarrolla la vida de los trabajadores, es decir, preguntarse que soluciones podemos dar, para articular una nueva de relacionarse en el mundo del trabajo, sin dar respuesta a este problema, creo que toda alternativa emancipadora carece de todo sentido, es el factor clave para entender muchas cosas que están pasando, y hacer esa reivindicación es inexcusable, para todos los que se reclamen herederos.

Siendo cierto que muchas verdades dadas por ciertas, necesitan ser revisadas, pero la consciencia clara que todo nuevo pacto social en las actuales circunstancias, y cuyo nudo gordiano sean las condiciones de trabajo, de no trabajo asalariado, en las que los ciudadanos van desarrollando sus vidas, y esos trabajadores sometidos a condiciones muy diversas, trabajadores fijos, a tiempo parcial, contratos temporales, precarios de cualesquiera condición, el problema de la igualdad de los salarios en función del sexo; en estas condiciones adversas y complejas, en el que se desarrolla el conflicto de clases del inicio del siglo XXI; este no es otro el objetivo a implementar para la izquierda emancipadora, reunificar la ciudadanía del trabajo, aquello por lo cual nació el movimiento obrero en siglo XIX y se desarrolló en el siglo XX, pero donde quedo claro las limitaciones impuestas, en tanto que muchas de nuestras tradiciones se hicieron a partir de la cultura dominante capitalista, en la que ciertamente se acomodó, no quiero descalificar esa acomodación, sino que los patrones culturales capitalistas, con sus paradigmas, hizo mella en el movimiento obrero, es decir, en quedarse con el prototipo de trabajador taylorista-fordista como el referente de nuestra tradición.

Lo que ando tratando de decir, es una cuestión bien clara, no es posible construir una alternativa al modelo social neoliberal sin asumir el conflicto radical actual entre trabajo y capital, donde la solidaridad en el campo del primer término se desvela como imprescindible.

No deja de sorprender es esto movimientos, que se reclaman herederos, que hagan determinados movimientos algo complementario o paralelo al movimiento obrero, es decir que coloca en mismo plano a los movimientos feministas, los movimientos pacifistas, el del fin del heterosexualidad como una manera de ver las relaciones, los movimientos en favor de las culturas indígenas, o cualesquiera otros, que ahora mismo no se me viene a mi mente. En esta clase de pensamiento se desarrolla como nudo de contradicciones entre capital y trabajo, entre capitalistas y el resto de la población, y entre capitalistas y planeta tierra.

Entonces una vez fijado el nudo de contradicciones existentes, sería bueno conocer cuál es seria la alternativa, como configurar una plataforma política de confluencia de intereses de estos movimientos, usando una terminología marxista, que tanto se les olvida a estos nuevos alternativos, como se debe hacer la síntesis que permita catalizar amplios deseos de la población, en eso nada nos dicen estos pensadores, se nos viene a decir que el programa político no es lo importante, sino que debe primar el enfoque con el que se aborden las cuestiones, y uno se pregunta que clase de pregunta es esta, que respuesta debemos dar, pues parece, rememorando a mi añorado Dylan, la respuesta en esta en el viento.

Va siendo hora de plantear de nuevo un nuevo pacto de solidaridades, en donde prime las transformaciones en la organización del trabajo asalariado, favoreciendo a través de los pactos colectivos en el seno de los centros de trabajo, y todo lo que rodea al desempeño de esas tareas ( la formación y educación a través del mundo del trabajo), para que el papel de trabajado sea revalorizado, para que se sienta dueño de su destino, y participando todos los trabajadores en su programación, nuevas regulaciones de los salarios, nuevos regímenes de horarios, nuevos regímenes en que se desarrolla la vida del trabajador en la realización de sus tareas, ver la negociación colectiva como el mecanismo regulador de la vida del trabajo y en el trabajo, es decir que la democracia entre de una manera diáfana en el mundo del trabajo.

Es a partir de esta premisa fundamental, es como debemos abordar las consecuencias que vemos en el seno de nuestra sociedad, de cómo regular unos nuevos derechos civiles, una nueva forma de las instituciones políticas, profundizándolas a partir de presupuestos democráticos, es decir cómo abordar la representatividad, los mecanismos de democracia directa, la democracia interna de todos los tipos de asociaciones, el comportamiento de las empresas en la sociedad, es decir, una reforma profunda de esa institución jurídica que es la fundación, que se ha convertido en un blindaje y oscurecimiento de la actividad empresarial.

Y ahora nos vamos a enfrentar a una palabra tabú, parece ser, y no es otra que las reformas, palabra desechada siempre por estos revolucionarios, que han encontrado un nuevo sujeto histórico, el ciudadano frente a los poderes, pero siempre hemos andado por ahí, otra tradición emancipadora, que antes que esperar a que suceda la próxima revolución, hemos decidido poner pies en tierra, y con nuestro esfuerzo ha hecho algunas conquistas, las cuales ahora andamos perdiendo a raudales; se trata de un problema real, que se remonta a la noche de los tiempos, para ellos los reformistas somos unos traidores, que no hacen otra cosa que retrasar su ansiada revolución, para mi que ambos conceptos no han sido contrapuestos, me considero emancipador, y en consecuencia, todo lo que redunde en sentar las bases de un mundo mejor es un deber, un trabajador en el centro del trabajo no puede esperar una revolución, mientras que sufre las consecuencias de su deshumanización en su trabajo dependiente, todo lo que luche por su mejora, es una victoria importante, aun no negando que en este trayecto vital puede haber periodos más duros que otros, me resulta lastimero ese discurso izquierdista, que son los mismo que consideraban una catástrofe el estado del bienestar, ahora lancen continuas miradas al pasado, lastimando su perdida, para los que partíamos de la base que el estado del bienestar era un punto de partida, hablábamos de superarlo, pero no destruirlo.

Siempre un emancipador debe tener claro que la centralidad del trabajo es el factor esencial, lo que nos hace diferenciar de otros grupos políticos, que legítimos son, pero que nuestra tradición nos obliga a ellos, pese a que hayamos cometido errores profundos, nadie duda de ello, pero también hemos tenido aciertos notables, de los que debemos sentirnos orgullosos, por eso creo que se pasan muchas líneas rojas, cuando se enfatiza que la propuesta de izquierdas ha de basarse en la renovación de la democracia, y se deja en segundo plano la cuestión del conflicto social, para los emancipadores la renovación de la democracia se hará a partir de la base de resolver el conflicto social latente del capitalismo, todo lo que hacer invisible este conflicto, es un golpe mortal para la transformación social,

Yo provengo de otras tradiciones, y creo que hay anda en el problema, para mi es obvio que hace falta recordar, y advertir del serio peligro que nos acontece, el perder el referente del trabajo asalariado, del trabajo dependiente, del trabajo que deshumaniza, del trabajo donde uno tiene el poder, y el otro que tiene obedecer, por eso para mi el trabajo es mi mundo, me rodea por los cuatros costados, y me angustia cuando estoy en paro, por eso bebo en la fuentes del trabajador que fue aprendiz, que empezó a trabajar desde los 16 años, que renuncio a la escuela; pero al desempeñar un trabajo, en el desempeño de esas tareas, adquirió tener unas habilidades y unos conocimientos, y que ese mismo trabajador observa con pánico la situación de los jóvenes, que rotan y rotan de trabajos en trabajos, de hacer unas cosas un día a hacer otras en otro día, yo mismo soy testigo de eso; y es partir de esa evidencia de que las cosas no son iguales, no puedo esperar pautas de comportamientos iguales, por eso es importante visibilizar a este amplio grupo social, y que en la medida que les hagamos visibles, de entender sus problemas, y llevarles el mensaje de que sus dolores, son los nuestros, habremos dado un gran paso, y ese paso es el que debemos hacer desde organizaciones políticas emancipadores y desde sindicatos emancipadores,

Y estos nuevos prometeos, en espera de la próxima revolución, sufren los efectos de un nuevo paradigma, el no trabajo, para ellos el trabajo ha dejado ser una expectativa real, su realidad es que acceden a trabajos precarios, con una simbología de horarios diversos, y donde el fraude a las normas se ha convertido en todas en una experiencia, su tragedia es que no se reconocen en el trabajo, pero desconociendo su realidad, no les ayuda a resolver el problema, para ellos es un espacio de precariedad, descalificación, de desvalor y aleatoriedad, ellos hicieron una perspectiva de vida basado en sus conocimientos previos, y se creyeron que su trayecto de vida no va parejo a ello, una tragedia inmensa, pero recordarles que el capitalismo es eso también, disciplinar a la clase trabajadora, para el capitalismo la educación nunca ha sido un factor emancipador, para el capitalismo lo importante es que en la relación laboral, uno mande y otro obedezca, el conocimiento para una gran mayoría de trabajos no requieren más que nada unas habilidades prácticas y con la mera repetición de conductas, vayan adquiriendo unos conocimientos importantes para el propio desempeño, la educación para ellos, digámoslo claro, es una excusa, no quiero decir con esto que para ocupar otros puesto de trabajo, se requieran unos grandes conocimientos, y que gozan de cierto grado de autonomía, pero como están comprobando los jóvenes, asumir la condición de trabajador asalariado se torna difícil.

Y como estos nuevos revolucionarios también ignoran un cambio cualitativo que se ha producido en el ámbito de las relaciones de capital y trabajo , y que pasamos a desarrollar a continuación, es en torno a que la vanguardia capitalista, ya no es el tradicional empresario, es el consejero delegado de la empresa y su cohorte de burocrática, la separación radical del accionista y esta elite es de una evidencia total, el cortoplacismo y no la pervivencia de la empresa en el tiempo no es su objetivo, y esto tiene incidencia en las relaciones de esta elite con los trabajadores, ellos saben que los accionistas solo les interesa una buena remuneración de sus acciones, y para conseguir eso fragmenta los trabajadores, con diversos mecanismos, como son los movilidad funcional y geográfica, a cual más importante, y si es preciso fragmentar la actividad integral de la empresa, se fragmentara su actividad en tanto proporcione más beneficios a sus accionistas, guardándose para ellos una parte importante de los beneficios, se ha producido un pacto social, los accionistas consiguen grandes beneficios, los burócratas detentan el poder.

Ante esta degradación del trabajador, esto evidentemente tiene sus correlaciones en e trabajador, y en el que está en el paro, del papel que ocupa en el mundo, de su importancia en esta sociedad, y es por eso que muchos años han abandonado su actividad social, en tanto que vimos en tiempos de transitoriedad y solo interesados en el corto plazo, en otras palabras somos lo que hacemos, en consecuencia nuestras identidades se nos andan arrebatando, nuestra confianza en nosotros mismo, nuestro compromiso, hemos pasado de una época en que el trabajo rutinario era una factor aglutinante de vida, de inserción en la sociedad. Por eso es que ante esta nueva situación del mundo trabajo, necesitamos recuperar la visibilidad, se que son muy difíciles retos, pero con la convicción clara, que esta masa de gente, que ha perdido la esperanza, es necesario que la recuperen, y esa es nuestra obligación, como emancipador que soy, y que lanzo a mis compañeros de viaje, de que estemos en esta tesitura, nos estamos jugando mucho en estos difíciles momentos, y se lo debemos a todos aquellos, que en el pasado, que con su vida, han contribuyeron a dignificar la condición del trabajador en el seno del centro de trabajo.

Yo desde mi anterior trabajo, y de esto hace va hacer casi dos lustros, ya andaba en la cuenta del desastre sobre el caminamos, la apuesta por la Europa neoliberal y las políticas privatizadoras del PP en los gobiernos de Aznar, y teníamos ya claro que el golpe iba a ser contundente, pero las expectativas nuestras, incluso las mas pesimistas, ni de lejos, sabíamos que iban a ser tan contundentes, nuestro acercamiento al modelo laboral estadounidense he ha producido a una velocidad vertiginosa, la aparición en estos últimos años de un fragmento social de trabajadores pobres evidencia tal consideración, y vistos los demás estragos causados, estamos en condiciones de recuperar el vigor de la centralidad del trabajo, frente a esta orgia de codiciosos neoliberales, que todo lo arrasa, recuperar el sentido común se ha convertido en una obligación de primer orden, y mirar al futuro sin renunciar a la centralidad del trabajo, sé que las dificultades son enormes, pero mi ánimo de emancipador está claro, en España hemos sido capaz de construir una casa débil, a partir de diversas tradiciones emancipadoras, mi deber es defenderla, ante tanto despropósito.

Por eso recordar la famosa de Gramsci es todo un símbolo de esta época, “Al pesimismo de la razón habremos de oponerle el optimismo de la voluntad”, lo tenemos crudo y difícil, pero mis esfuerzos van a encaminados a preservar dicho legado, invito a los lectores a que me acompañen en esta dura lucha.

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