Una reflexión primaveral con destinatarios desconocidos

En esta vida hay momentos buenos, algunos momentos menos buenos, y momentos tremendos, que hacen perder cualquier confianza en el ser humano, por eso es que escribo estas breves reflexiones de un ser humano, muchas veces del abatimiento, y las más de las veces solitario en esta fría habitación, donde todo parece que una suave tenaza te quiere ahogar cualquier perspectiva de esperanza.
Más hay días en que a tu vida, llegan a tu vida personas, que te hacen pensar que llegaron el momento correcto, y que sin decirte nada, tú sabes que andan ahí, pendientes de ti, y que hacen que vas colocando en la vida en el lugar correcto.
Te van haciendo comprender, que bajo cualquier circunstancia, mis angustias, mis emociones pueden ser señales que te van avisando que tu conciencia no permite hacer muchas cosas, entonces irás caminando para encontrar esas suaves lágrimas, que un día derramaste cuando compruebas que desde tu sufrimiento, que desde tus dolores puedes salir bien parado de los pasajes oscuros de tu vida.
Cuando empiezas a comprender cuan ofensivo es tratar de forzar las situaciones, solo para que los deseos se vean cumplidos, aunque tus objetivos sean los más nobles, ya lejos andas de esa convicción estúpida de que los medios no importan para cumplir el objetivo, cuando entiendes que tan importantes son los fines como los medios, cuando se cumplen esos vasos comunicantes, esas victorias colectivas son las que te hacen sentir mejor hombre; muchos no comprenden aún que las victorias colectivas son las que dejan las más profundas huellas en el ser humano, en tanto que le hace cambiar su perspectiva de la vida.
Por eso te digo, amigo, amiga, compañero, compañera, camaradas, que tantas fatigas pueden proporcionar algún día algo victoria que tú no esperas, acostumbrado que estas a tantas derrotas, por eso te digo que hemos de aprender a tener dispuestas siempre nuestras manos, para extenderlas a todos aquellos, que soportan las mismas contradicciones que tú, con tus mismas tribulaciones; así es que en este difícil arte de la supervivencia humana, el caminar juntos es lo fundamental, que muchos de sus dolores, son dolores tuyos, por eso hay que escuchar, por eso hay que respetar incluso que quiera quedarse en casa a maldecir su dolor, te fastidiará, pero te habras ganado su respeto para el resto de su vida.
Cuando tu empiezas a comprender que pese a tus continuas derrotas, y pequeñas victorias, te comienzas a liberar de todo lo que no hacia saludable tu vida, de personas que solo te hacen instrumentos de su vida, de situaciones que te hacían ser culpable, de todo aquello que un día te empujaba hacia abajo, de ese puro egoísmo, que tantas veces tenemos presente en tu vida, y si eres capaz de comprender esa dura realidad, empezaras a comprender mejor cuan bárbara es esta sociedad, donde lo racional, la libertad de pensamiento, toda actividad humana es sacrificada en el altar de la utilidad, y donde todo ser humano no encuentra más que insatisfacciones, y ver en los demás, en los otros, tanto los cercanos, como los lejanos, los enemigos de su territorio, aunque este sea el reducido espacio de un protegido cajero automático.
Toda esta sociedad le embelesa los megaproyectos, esa continua llamada a un cielo por conquistar, a asaltar unos cielos que nunca llegarán, cuando empiezas a comprender que los grandes planes, todos nos dicen que tengamos paciencia, que un día estaremos en el cielo celestial, en esta tierra tan transida de dolores, de miedos y de angustias. Y es cuando te empiezas a dar cuenta de que debemos abandonar los grandes proyectos, que lo cambian las cosas es ir haciendo las cosas que te gustan, cuando tú quieras, cuando tú te haces tus propios ritmos, no acuciados del goce instantáneo, ir construyendo en esta vida espacios donde no seamos mercancías, tanto en el orden privado, como en el orden público, hacer que los sueños diarios el verdadero eje a partir del cual hacer posible un mundo mejor para los demás, que será un mundo mucho mejor para ti.
De mi propia experiencia, ya no me valen los grandes oradores, de esos señores que lo saben todo de la vida, de la suya y de la mía, de todos aquellos que dicen que ya encontraron la verdad, la senda de la gloria; yo, tú también fuiste de esos, de los que dijeron seguir mis pasos, y encontraras las respuestas a las sinrazones de la vida, cuantos años perdidos, ahora has comprendido que solo escuchando a los demás, es cuando puedes hacer el tránsito de tu vida, mi mundo, tu mundo no es el mundo, vuestros mundos no son el mundo, para hacer nuestro mundo debemos aprender de todos los mundos, mi realidad no es tu realidad, la realidad vuestra no es la realidad, para saber la realidad la necesitamos aprender entre todos, así es que podemos construir otra mejor realidad.
Necesitamos saber del pasado, y necesitamos caminar para encontrar un futuro, pero para vivir en plenitud tienes que vivir el aquí y ahora, por eso es que reniego del paraíso, mi Dios que no es vuestro Dios no me lo permite, me exige vivir con arreglo a mi conciencia a partir de que tenga presente todo el profundo dolor que ahogarme quiso, difícil es aprender a vivir con el dolor, pero solo desde el dolor te hará comprender que los momentos bellos los has de gozar en toda la extensión de la palabra, y claro saber que somos caminantes por las sendas del dolor y la alegría.
En estos años duros de mi vida, donde fui preso de mi propia estupidez, esperando un paraíso que nunca acabo de llegar, donde mis trabajos, de los que de todos fui aprendiendo, donde de haber tocado de alguna manera los hilos del poder, de donde tuve un trabajo suficientemente retribuido, pero que me reporto muchas alegrías, algunas penas también tuve, y yendo a parar a lo que acertadamente Simone Weil llamo “la marca del esclavo”, y con su debido permiso llamo ya ahora la marca salvaje del trabajo asalariado, donde hemos asistido a una tremenda derrota, que ni nos podíamos imaginar, ya hemos comprendido que el progreso también padece de la enfermedad de los renglones torcidos, y cual es esta derrota que nos han ocasionado: que el dolor colectivo ha pasado a ser individual para la gran mayoría que soportamos la marca salvaje del trabajo asalariado, y empiezas a comprender el esfuerzo titánico que debemos hacer para recomponer todas las heridas sufridas.
Algunos dicen que han encontrado el sujeto histórico, pero apenas les escucho hablar de tu profundo dolor, de tu indudable opresión en tu condición de trabajador asalariado, ellos solo hablan que esta sociedad no les reconoce los méritos al ser humano, fatal error, esperando que los conocimientos tengan que ser reconocidos en forma de un salario, lo que yo necesito es el reconocimiento de mi trabajo, de que yo ando haciendo algo que es digno para la sociedad, a mí me hace falta que esta sociedad reconozca al fin el dolor de mi opresión, para que sepan todos los que me rodean, que si yo no me siento libre, ellos jamás podrán ser libres, yo no quiero paraísos, solo quiero un poco más de libertad, gritarles a toda esta gente que quiero dejar de ser mercancía, sabiendo de antemano que tal circunstancia no se producirá, al menos iré luchando por construir espacios no mercantiles en mi trabajo, en la medida que aprenda a construir espacios no mercantiles, comunicare a los demás cuan grato es dejar de ser mercancía en cualquier actividad humana, por eso a mí, con la cruel marca salvaje del trabajo a asalariado me indigna que al capitalismo le llaman el régimen del 78.

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