Ante la enésima reforma fiscal

Por su importancia, creo que es importante que se lea la gran reflexión de Joan Coscubiela y Conesa sobre la futura reforma fiscal, que centra muy bien todos los puntos en los que se fundamenta la misma, y que ha publicado en el ´día de hoy en su blog, y que pasamos a traducir del catalán al castellano:

TEXTO DEL ARTÍCULO:

Todo apunta a que este viernes el Consejo de Ministros aprobará el primer capítulo de la anunciada Reforma Fiscal. Estamos ante una batalla social y política clave en la lucha por la igualdad en nuestra sociedad. Y podemos ganarla. Pero, aunque no conocemos en detalle el contenido, para conseguirlo necesitamos desactivar las muchas trampas que algunos indicios y las propias informaciones filtradas por el Gobierno apuntan que contiene esta reforma, especialmente las ideológicas.

El Gobierno ha elegido el momento idóneo para su estrategia. Lo hará después de las elecciones europeas, con voluntad de forzar un debate exprés en otoño, para que entre en vigor el 1 de enero de 2015 y tenga efectos electorales en las próximas elecciones. Además, el acuerdo del Gobierno llegará cuando aún resuenen los impactos de la proclamación, el día antes, de Felipe VI.

Tenemos todos los ingredientes necesarios para que, una vez más, Rajoy y sus 'voceros' practiquen su deporte favorito: el engaño y las trampas políticas.

De entrada, las cuatro promesas hechas por Rajoy son incompatibles entre sí. Bajar el impuesto de la Renta y el de Sociedades, no subir el IVA y reducir el déficit fiscal en los términos comprometidos con la Troika son de imposible cumplimiento. Habrá que ver quién engaña Rajoy, si a la ciudadanía o a Bruselas. Aunque no hay que descartar que intente engañar a todos.

Quizá por ello, el Gobierno del PP no presentará una reforma fiscal integral, que es lo que todo el mundo le pide, para acabar con la mala práctica de parche sobre parche. Esta es una condición imprescindible para dificultar las prácticas de elusión fiscal, especialmente por parte de los grandes contribuyentes.

Rajoy comenzará por las buenas noticias y nos venderá la rebaja en el IRPF. Además, incluso es probable que esto tenga efectos en las deducciones a cuenta y, por lo tanto en la nómina de enero de 2015. Este será su golpe de efecto y en el que sustentará su estrategia de funambulismo fiscal.

Cuando dispongamos del Proyecto de Ley, podremos comprobar cosas muy importantes para saber el impacto real de la reforma del IRPF y su capacidad de aumentar o reducir la equidad fiscal. Temas claves, como el mantenimiento o no de los privilegios fiscales de los rendimientos del capital sobre los del trabajo; el aumento o el retroceso de la progresividad fiscal con la reducción de tramos; y si con la cobertura de ampliar el mínimo exento también colará una reducción del tipo efectivo para las rentas más altas. Entre otros.

En cuanto al impuesto de Sociedades, nos anuncia una igualación a la baja de tipo legal que acabe con la diferenciación entre las pymes y el resto de empresas. La actual regulación, impulsada por CiU, como siempre en nombre de la pyme, y aprobada por el Gobierno Zapatero, sólo ha servido para reducir el tipo efectivo de las grandes empresas. Este es uno de los casos más evidentes de indistinción política entre socialistas y 'populares' y del papel de CiU. En nombre de las pymes y de Cataluña, la acción lobbista en favor del capitalismo concesional.

En cuanto al impuesto de Sociedades, también habrá que estar atentos a la letra pequeña. A ver si es verdad que acaba con el lío de deducciones y beneficios fiscales que provocan que el tipo efectivo esté muy por debajo del tipo legal, especialmente en las grandes empresas. Y también qué significa el tipo reducido para pymes de nueva creación. Apoyar el nacimiento de nuevas pymes, sí; apoyar a las pymes, también, pero no para que sigan siendo pymes, sino para crecer de tamaño, que es el gran reto de la economía española.

Y en cuanto al IVA, habrá que estar muy pendientes de si la promesa de no volver a subirlo conlleva mantener la actual clasificación de productos en el tipo ordinario, reducido y superreducido. O, en cambio, no aumenta los tipos pero cambia la clasificación de determinados bienes o servicios.

En todo caso, la trampa gorda es la que intenta hacer creer a los ciudadanos que lo que ahora necesita nuestro país es bajar impuestos. Esta ha sido la gran victoria ideológica de la derecha durante décadas. Y sus resultados han sido nefastos para la suficiencia de recursos y para la equidad fiscal.

Los últimos datos de Eurostat confirman que España tiene unos ingresos fiscales 8 puntos del PIB por debajo de la media de la UE de la zona euro. O sea, 80.000 millones de euros menos de ingresos fiscales para hacer políticas públicas. Esta realidad, más allá de la regulación concreta de cada impuesto, es la que hace muy injusto nuestro sistema fiscal. No hay que olvidar que la fiscalidad no sólo de recaudación de impuestos, sino de políticas de gasto. Para aquellos sectores de la sociedad que no pueden comprar en el mercado los servicios para garantizar derechos fundamentales de la persona, como la salud, la educación o la vivienda, disponer de un sistema fiscal potente es la garantía de poder disfrutar, vía sector público, de estos derechos.

Se puede entender que aquellos sectores sociales que pueden comprar educación y salud en el mercado prefieren pagar pocos impuestos para financiar estos derechos. Pero la inmensa mayoría de la población, lo que necesitamos no es que nos bajen los impuestos, sino que los que no pagan, defraudan o hacen elusión fiscal cumplan con sus obligaciones tributarias, y de esta manera poder tener potentes políticas públicas que garanticen los derechos de ciudadanía y reduzcan la profunda desigualdad que provoca una economía globalizada sin reglas ni controles.

En Cataluña, los riesgos de ser engañados son en partida doble. Mas-Colell acaba de advertir del riesgo de colapso de los servicios públicos si no se disponen de más recursos públicos. Cierto; por ello sería incomprensible que CiU apoyara una reforma fiscal que reduce la capacidad fiscal del sector público y por tanto, de la capacidad de garantizar los servicios públicos en Cataluña. Y peor que, como en tantas otras ocasiones, lo haga en nombre de Cataluña, haciéndonos creer que somos un país sin clases sociales. Podemos ganar la batalla de una fiscalidad justa, y el primer paso es ganar la batalla de las ideas. Para ello, es necesario que no nos dejemos engañar. Ni por la derecha española ni por nadie.”

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